CUANDO EL ESTUDIO SE NOS VA DE LAS MANOS
Cuando un hijo pasa a primaria lo que más miedo da a los padres es cómo va a ser capaz de enfrentarse a los exámenes. Es una de las preguntas que más repiten a los profesores ya que el recuerdo que como adultos tenemos son exámenes complicados de nuestra última etapa estudiantil.
No obstante, debemos tener en cuenta que un examen no es una prueba para la que un niño deba prepararse, sino un ejercicio más en el que mostrar qué ha comprendido he interiorizado en su día a día en el aula. Por ello, lo primero que tenemos que hacer es transmitirles que un examen tiene la importancia justa. No es un ultimátum, pero tampoco es cualquier cosa.
Como maestra, lo que busco en un examen es saber qué sabe mi alumno. Esto me ayuda a modificar mi forma de enseñar, a saber qué repasar o en qué área debo darle más apoyo. Que un alumno no sea capaz de realizar correctamente una prueba me dice que no ha alcanzado ese conocimiento, o no lo ha hecho de manera adecuada; por lo que sé en qué punto del camino se encuentra y por dónde hay que continuar. De hecho los exámenes no son más que una de todas las metodologías de evaluación que se usan en el aula, puesto que hay diversos factores puntuales por los que el resultado no sea adecuado al conocimiento que el alumno tiene de los conceptos a evaluar.
A partir de ese punto, la metodología de estudio no debe basarse en "preparar exámenes" sino en afianzar los conceptos aprendidos en el aula. La metodología de "estudio" que siempre propongo a mis alumnos se basa en releer lo dado en clase cada día. En ese momento pueden surgir dudas, pueden encontrar detalles que se nos escaparon en clase y sobre todo es el momento para interiorizar la información que nos ha presentado el profesor en el aula por la mañana. Las dudas se anotan para preguntar (al maestro mañana o a los padres, tutores o profesores de apoyo) o para buscar en otro libro o Internet.
En cuanto a los deberes, siempre es recomendable hacerlos después de esa lectura; pues ayudarán aún más a reforzar esos conocimientos dándoles un carácter pragmático.
Tras la relectura, es aconsejable leer desde el inicio del tema hasta el punto por el que van en clase. Además, deben ver al libro de texto como libro de consulta. Si les surge una duda al realizar las tareas, puede que la respuesta esté en esa página o en anteriores, incluso en temas ya dados. Nunca deben realizar preparaciones estancas de los temas, el libro forma parte de un todo y los conceptos nuevos se basan en los anteriores.
Las lecturas diarias de los temas no deberían ser más que una vez cada cosa, de manera que el estudio no se convierte en algo tedioso que los ocupa un número indeterminado de horas que habitualmente afectan al buen funcionamiento de la dinámica familiar.
Desde casa, una buena manera de preguntarles a los niños sin que parezca un interrogatorio policial, puede ser unas preguntas simples como: ¿qué has aprendido hoy?; no sé/no recuerdo esto, ¿me lo puedes explicar?; ¡qué interesante, cuéntame más sobre este tema!
No obstante, debemos tener en cuenta que un examen no es una prueba para la que un niño deba prepararse, sino un ejercicio más en el que mostrar qué ha comprendido he interiorizado en su día a día en el aula. Por ello, lo primero que tenemos que hacer es transmitirles que un examen tiene la importancia justa. No es un ultimátum, pero tampoco es cualquier cosa.
Como maestra, lo que busco en un examen es saber qué sabe mi alumno. Esto me ayuda a modificar mi forma de enseñar, a saber qué repasar o en qué área debo darle más apoyo. Que un alumno no sea capaz de realizar correctamente una prueba me dice que no ha alcanzado ese conocimiento, o no lo ha hecho de manera adecuada; por lo que sé en qué punto del camino se encuentra y por dónde hay que continuar. De hecho los exámenes no son más que una de todas las metodologías de evaluación que se usan en el aula, puesto que hay diversos factores puntuales por los que el resultado no sea adecuado al conocimiento que el alumno tiene de los conceptos a evaluar.
A partir de ese punto, la metodología de estudio no debe basarse en "preparar exámenes" sino en afianzar los conceptos aprendidos en el aula. La metodología de "estudio" que siempre propongo a mis alumnos se basa en releer lo dado en clase cada día. En ese momento pueden surgir dudas, pueden encontrar detalles que se nos escaparon en clase y sobre todo es el momento para interiorizar la información que nos ha presentado el profesor en el aula por la mañana. Las dudas se anotan para preguntar (al maestro mañana o a los padres, tutores o profesores de apoyo) o para buscar en otro libro o Internet.
En cuanto a los deberes, siempre es recomendable hacerlos después de esa lectura; pues ayudarán aún más a reforzar esos conocimientos dándoles un carácter pragmático.
Tras la relectura, es aconsejable leer desde el inicio del tema hasta el punto por el que van en clase. Además, deben ver al libro de texto como libro de consulta. Si les surge una duda al realizar las tareas, puede que la respuesta esté en esa página o en anteriores, incluso en temas ya dados. Nunca deben realizar preparaciones estancas de los temas, el libro forma parte de un todo y los conceptos nuevos se basan en los anteriores.
Las lecturas diarias de los temas no deberían ser más que una vez cada cosa, de manera que el estudio no se convierte en algo tedioso que los ocupa un número indeterminado de horas que habitualmente afectan al buen funcionamiento de la dinámica familiar.
Desde casa, una buena manera de preguntarles a los niños sin que parezca un interrogatorio policial, puede ser unas preguntas simples como: ¿qué has aprendido hoy?; no sé/no recuerdo esto, ¿me lo puedes explicar?; ¡qué interesante, cuéntame más sobre este tema!
Comentarios
Publicar un comentario