EL NIÑO CON LA MASCARILLA DE RAYAS

Comienza un curso escolar atípico, qué duda cabe. Tras meses de confinamiento, desescaladas, fases, protocolos, teletrabajos, toques de queda y bizcochos; llego un verano con valientes y prudentes, con playas y pueblos, con rebrotes y gel hidroalcohólico por doquier.

Ahora tocó el turno de que nuestros valientes volvieran a la normalidad. Niños de todas partes vuelven a su nueva normalidad. No quiero entrar en la discusión que hay por familias que han socializado de más este verano pero que ahora no quieren que se vuelva a la escuela; porque esta "vuelta al cole" trae consigo una vuelta al siglo pasado que parte el corazón a maestros que creemos en términos como la cooperación y el compañerismo.

En mi primer día, en el primer claustro, tras todas las medidas a tomar, alzó la mano un profesor: "¿volvemos a los años 40?". Y es que así parecía el planteamiento: mesas separadas, clases magistrales, nadie se mueve de su mesa, limitaciones en educación física,... Quizás algún lector más mayor que servidora le suene a sus años de escuela. ¿Y cómo se lo explicas a los niños? ¿Cómo tras años de fomentar trabajo en equipo, comunicación entre iguales, deportes cooperativos, compartir materiales; ahora no se puede? Y lo entienden.

Esta semana, durante los recreos se ha dado un fenómeno que me ha recordado a la historia relatada en "El niño con el pijama de rayas". Con recreos por burbujas, separados por vallas, para socializar entre ellos ha ocurrido lo que sucede en el fotograma que acompaña a este texto. Han buscado una solución: quiero hablar con mi amigo, pues hablo con él; como sea y donde sea. Porque a pesar de que la escena me partía el corazón, ellos estaban felices. Esa es la clave: felices.

Porque las circunstancias no pueden hacernos olvidar que no hay que tirar la toalla, que las circunstancias sólo cambian el escenario; pero si queremos, podemos. Se puede hacer trabajo cooperativo sin estar pegados, se pueden compartir ideas en vez de compartir objetos, se puede dar cariño sin abrazos, se puede correr con mascarilla a 30ºC sin quejarse y se puede dar clase como hasta ahora aunque con algunas pautas y más tiempo.

Esta semana ha sido un "ponerse a prueba" para maestros y alumnos: los planes, los horarios, la paciencia,... Ahora toca adaptarnos a las circunstancias igual que hicimos en marzo. Porque no debemos olvidar que la escuela ha estado y debe estar siempre en constante evolución, y que por las razones que sean todos somos capaces de seguir cumpliendo con nuestro cometido.

Aprovecho para agradecer desde mi humilde posición a los padres por ser nuestros ojos y nuestras manos desde casa; a los compañeros de profesión por no dejar de aportar materiales, ideas y apoyo; y sobre todo a los niños por demostrarnos cada día que la felicidad debe estar por encima de todo.

El niño de pijama a rayas, película de la segunda guerra mundial | Arcoiris  TV

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